No siempre le tuve miedo, no siempre me aterrorizó mirarlo, lo juro, muchas veces lo pasé muy bien con él. Todo era precioso cuando iba a su encuentro, confiaba en él aun que mi madre me dijera que no me adentrara en su ser, pero su juego me hipnotizaba, su sensualidad me tentaba a ahogarme dentro de él.
Su color azul, tan febril, me tragó, ni si quiera sé que fue lo que me salvó, el mar me traicionó en nuestro juego y nunca más deseé estar cerca de él, solo su olor me hacía temblar.
Pasaron los años y no confiaba, seguí sin creer en él, pese a ello sentía añoranza, me acercaba con recelo.
Algo cambió mi percepción del monstruoso añil, durante un amanecer a la orilla de las hespérides alguien lo denominó ''libertad'', esa a la que acceder sin alas, le miré, miré y... sonreí, solo esa mano amiga y sus ocurrencias podían hacerme reír así, solo esa persona podía hacer que me riera en la cara de mi miedo al mar.
Su forma de amarlo, no querer cazarlo y simplemente admirarlo me tenía maravillada. Él con su simpleza había vivido mil aventuras con mi espumoso temor, me hablaba de éste con un brillo en sus preciosos ojos color café que me produjeron insomnios, contrastaban perfectamente con el azul marino. Eso estaba apreciando cuando dió la última calada a su cigarrillo, me arrancó cualquier miedo con un beso, sabor a nicotina y tras desnudarme el alma me planté delante de aquel miedo irremediablemente salado que se disipó como el humo del cigarro recién apagado.
Durante unos instantes miré como las olas jugaban a asustarme, me enloquecía el aliciente de hacerle el amor dentro del atlántico miedo.
Nos miramos cómplices y de su mano me metí en el frío tormento, pero su calor permanecía cerca consolándome, cerré los ojos para disfrutarlo tal como lo hacía él; el mar me acunaba, así que rompí a reír, él estaba ahí y ya no temía a nada. Solo quedaba mostrar valentía, demostrar que no necesitaba su mano para arremeter contra las olas y salir por mi propio pie. Como no podía ser de otra forma, logré salir.
Miré al miedo a los ojos y solo pude sonreirle, había sido del todo estimulante. Ahora mi temor era que él desapareciera de mi vida tras ayudarme. Ahora el miedo se comió al amor.

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